El día de hoy, y como primer post, de este blog quiero abordar un tema que quizá damos por hecho, quizá no sabíamos que existía en el marco de desastres y gestión integral de riesgos: la vulnerabilidad asociada a la brecha de género.
Quiero que este sea mi primer post porque en primera instancia soy mujer, en segunda, he visto los efectos de un desastre y cuán diferente es la reacción de género en género y finalmente, porque es momento de que lo empecemos a evidenciar.
En el inicio de los años 2000, con la llegada del Marco de Acción de Hyogo (2005), y posteriormente, con su actualización al Marco de Sendai (2015) se puso sobre la mesa, por primera vez, en un marco de acción internacional para la gestión de riesgos la importancia de la equidad de género en la gestión integral de riesgos. Es decir, llevamos apenas 17 años poniendo en evidencia que las inequidades de género pre existentes en un asentamiento o una ciudad, influyen de manera directa en la forma en la que las mujeres podrán responder .
Pero, ¿Qué es la vulnerabilidad asociada al género? ¿Que es la vulnerabilidad?
Si eres nuevo en el tema de gestión integral de riesgos, seguramente estos conceptos no los tienes tan claros. La vulnerabilidad es la susceptibilidad de una persona, comunidad o asentamiento a sufrir daños por el impacto de un fenómeno (sismos, incendios, erupciones volcánicas, etc.) Autores como Wilches-Chaux indican que la vulnerabilidad es un concepto que podemos medir desde distintas perspectivas como son: la educación, la economía, la características físicas, políticas, etc. Es decir, son todos aquellos elementos que funcionan en una sociedad y que nos proporcionan más o menos capacidades para responder ante un desastre.
Entonces, ¿Cómo funciona la vulnerabilidad asociada al género? Esta vulnerabilidad, funciona mediante la integración de las diferencias económicas, laborales, educativas, políticas asociadas a la desigualdad entre hombres y mujeres. En este tipo de vulnerabilidad se deben verificar las diferencias e inequidades entre un género y otro y como estas desigualdades impactarán negativamente al momento de que exista una emergencia o desastre.
La Organización Panamericana de la Salud (2001) identificó los siguientes factores que inciden en una mayor vulnerabilidad de las mujeres ante un desastre:
-Económica: Asociada a las dificultades de la mujeres para mantener empleos formales o buscarlos después de un desastre y también a la pérdida total de las fuentes de ingresos de las mujeres derivado las altas tasas de mujeres que se encuentran dentro de los sectores informales.
-Salud: Durante una emergencia o desastre el acceso a los artículos de higiene íntima, a servicios médicos especializados para la atención de mujeres embarazadas.
-Migración: Al ser jefas de familia y tener la responsabilidad del cuidado del hogar, las mujeres cuentan con menos oportunidades para migrar de un territorio afectado por un desastre hacia otro en busca de oportunidades laborales. Asimismo, se espera que las mujeres migren con su familia, lo que dificulta el traslado de un sitio a otro.
-Psicológica: En los desastres se espera que las mujeres sigan participando en el cuidado de la familia, cocinen y mantengan las labores del hogar a pesar de las condiciones extremas que se estén viviendo. Lo cual provoca un estrés aumentado en las mujeres. A ello se incrementan las tensiones y estrés si la mujer es cabeza de familia y debe buscar los recursos económicos para salir adelante.
-Laboral: Durante un desastre o emergencia las mujeres son más propensas a perder su empleo o a ver reducidas su horas de trabajo, derivado de la necesidad de atender a los hijos o familiares después del desastre.
Los factores anteriores tienen un origen en la brecha de género que exista previo al impacto de una emergencia o desastre en una comunidad; mismos que una vez que se genere el desastre o la emergencia, incrementaran las afectaciones hacia las mujeres y provocarán que sea más lenta su recuperación en comparación con la velocidad que lo harán los hombres de una misma comunidad.
En ese sentido, en 2021, el Foro Económico Mundial, puso en evidencia como la emergencia sanitaria por COVID-19 incrementó los tiempos para el cierre de la brecha de género de 99 años a 135 años. Treinta y seis años más, nos llevará a las mujeres alcanzar la equidad de género a nivel mundial, y lo anterior como consecuencia de una emergencia sanitaria que, nuevamente, afectó más a las mujeres que a los hombres.
Estos treinta y seis años, se reflejan en un efecto cíclico que generan los desastres y la brecha de género a mayor brecha de género que exista en un territorio o comunidad, más difícil será que las mujeres se recuperen de una forma rápida. De igual forma, que las mujeres se recuperen de forma más lenta y que su reintegración en las diversas esferas de la sociedad mucho menos rápida que la de los hombres contribuye a que el cierre de la brecha de género se aleje.
Entonces, ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo reducimos la brecha de género y la vulnerabilidad asociada a esto?
Es urgente que como sociedades y comunidades, trabajemos en pro de la comunidad. A nivel político se deben generar las políticas públicas adecuadas para atacar las diversas esferas que contribuyen a la brecha de género por medio de programas sociales de apoyo. Además de esto, durante un desastre se requiere un enfoque de género en la generación de políticas y apoyos para los afectados por el mismo.
Si continuamos ignorando la importancia de la perspectiva de género en la atención de los desastres seguiremos contribuyendo al incremento del tiempo para el cierre de la brecha de género y la equidad de la que tanto hablamos y buscamos, no será en una o dos generaciones sino más.
Hoy, ya vemos los impactos de la emergencia sanitaria por COVID-19 en la brecha de género, a ello no se le han incrementado las afectaciones por otros desastres que se tuvieron durante esta emergencia en diversas comunidades o asentamientos.
Ciento treinta y cinco años es el panorama ideal para el cierre de esta brecha, pero los desastres podrán afectar este panorama, por ello es importante hablar de la importancia de medir y reducir las vulnerabilidades asociadas al género.